El sinusoide de la política argentina, está comenzando a teñir sus colores tradicionales.

Un Peronismo, un Radicalismo, y un Macrismo, que enfrentan la mayor crisis de representatividad de los últimos veinte años, va dejando un vacío político que alguien tendrá que resolver. Claro está, que sumado a estas estructuras que se perciben en un proceso de desmoronamiento, dos nuevas alternativas paradójicas van creciendo exponencialmente. La Libertad Avanza que, frente a los resultados macroeconómicos pareciera que no tiene un techo a la vista, y el hartazgo de un sector más vulnerable, que no percibe en su propio metro cuadrado, mejoras en su calidad de vida, son por el momento, el único interrogante tangible a la vista. Este razonamiento se prueba, viendo el porcentaje de ciudadanos que, resignados, expresan su disconformidad no presentándose a votar. Tan sólo, en la Ciudad de Buenos Aires, menos del cincuenta por ciento de los electores, brillaron por su ausencia.
Las campañas electorales han resuelto cambiar sus tácticas de comunicación. Desde los masivos actos que se realizaban hasta fines de los años noventa, pasando por “el timbreo casa por casa”- hasta en la actualidad, dónde las redes sociales, algunas (con malicias de por medio) – se han convertido en los nuevos comunicadores de sus plataformas electorales.
Con esto, no pretendo negar la importancia de esta impronta tecnológica, siempre y cuando, “los asesores que las operan” tengan un componente ético hacia los receptores de sus proclamas.
Es tal el hartazgo visible que, la gente de a pie que está transitando este esfuerzo, tiene además que soportar las cruzadas de espadas comunicacionales entre un periodismo claramente dividido entre sus respectivas editoriales y un poder ejecutivo que públicamente les responde con la misma moneda.
El Congreso de la Nación, tampoco es ajeno a estas barricadas políticas hasta el punto tal, que sus “roscas” ya no se dirimen en la intimidad, sino que, a cielo abierto, la población con estupor, presencia sus miserables conductas.
No queda al margen de este escenario bélico, el Poder Judicial. Último recurso que la República tiene, para que todo aquello que el sistema político no resuelve, con evidente desidia, deja que “la ficha limpia” en manos de la rosca, permita que candidatos doblemente condenados, puedan seguir impunemente, eternizándose en el poder con el argumento de que, los problemas institucionales no pueden ser permanentemente judicializados toda vez que los otros dos poderes, dejan una laguna sin respuestas concretas. Ahora, si el Congreso de la Nación, continúa su norte con estos vergonzosos vacíos, la Suprema Corte, tiene la obligación de poner el punto final a este patético escenario.
El presidente de la Nación, criticado por “sus formas retóricas” tiene de alguna manera su alegato al a vista. Frente a la debilidad manifiesta de cierta oposición que no tiene manera de contrarrestar sus logros visibles, con impotencia y desparpajo van sobre su personalidad y su vida privada, y frente a esta estocada, el león, no tiene más alternativa que, en defensa propia, mostrar sus desmesuradas garras.
Las coyunturas políticas determinan los rumbos estratégicos de la dirigencia, y esa coyuntura que en su oportunidad tuvo Mauricio Macri, no pudo ser aprovechada, o porque la relación de fuerzas no estaba de su lado, o porque la impericia no supo resolver, o, porque el peronismo, que en esa oportunidad estaba ciertamente con vida, son causales que hoy, ya forman parte del pasado, sin embargo, nobleza obliga, quien puso la piedra fundacional de una apertura económica hacia el mundo, fue él. Demás está decir, que todas aquellas leyes que el actual presidente envió al Congreso jamás hubieran sido votadas sin el apoyo incondicional de su espacio.
Los actuales cuadros del poder ejecutivo, en su mayoría, fueron fogoneados durante el mandato del PRO, y en términos de prueba y error, hoy con la experiencia fallida de entonces, pero con sus talentos intactos, La Libertad Avanza sobre estas columnas estructurales, obviamente sobre un liderazgo fuertemente consolidado.
Creo, que la relación de convivencia entre estos dos líderes debe sostenerse hoy más que nunca, y como dice la tradición popular: “el que gobierna manda y el que pierde acompaña”.