Un último refugio para la salvación

Terminada la celebración de la Pascua de Resurrección, el próximo domingo se consagra a La Fiesta de la Divina Misericordia.

En la parroquia Nuestra Señora de la Paz se efectuará a las 15 la Coronilla, una nueva devoción en la Iglesia Católica que consiste en rezar con ayuda de un Rosario un conjunto de oraciones, cuya recompensa será recibir la gran misericordia a la hora de la muerte.

La monja de la orden de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia y mística católica polaca Faustina Kowalska escribió en su diario haber sido llamada por Jesús en 1938 para transmitirle al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presentar el modelo de la perfección cristiana, basado en la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

Los sacerdotes recomiendan a los pecadores la coronilla como su último refugio de salvación:

Cuando recen este Tercio junto a los agonizantes, Yo me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como justo Juez, sino como Salvador Misericordioso.
Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado. […] Quien la recite recibirá gran misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia.

En su celda de retiro, el 22 de febrero de 1931, a Santa Faustina se le reveló Jesús vistiendo una túnica blanca que llevaba abierta en el pecho. De ahí salían dos grandes rayos rojos y otro pálido. Le pidió que pintara su imagen según el modelo que veía y lo firmara. “Jesús, en Ti confío. Deseo que esa imagen sea venerada primero en su capilla y luego en el mundo entero”, fue la respuesta.

Unos años después, cuando estaba en la ciudad de Vilna y gracias a la ayuda de su confesor, el padre Sopócko, toma contacto con el artista Eugenio Kazimirowski, para que pintara el cuadro de Jesús Misericordioso siguiendo la descripción que le hiciera.

El papa Francisco en su viaje a Polonia dijo que “la tierra polaca ha tenido dos grandes hijos en Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II, ambos apóstoles de la Divina Misericordia”, y recordó las palabras de San Juan Pablo II: “Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la ‘condición humana’ histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral”.

Y luego citó a Santa Faustina Kowalska, quien en su diario anotó la siguiente exhortación que le hizo el mismo Señor Jesús: “Hija mía, observa mi corazón misericordioso y reproduce en tu corazón y en tus acciones su piedad, de modo que tú misma, proclames en el mundo mi misericordia inflamándola”.

El papa Francisco concluyó animando a que “estas palabras y sobre todo los ejemplos de vida de estos dos luminosos testigos inspiren siempre nuestro generoso esfuerzo para vivir ofreciendo la misericordia de Dios.